Me encuentro soñando despierta, soy feliz haciendo eso,
aunque a veces es complicado ya que esos sueños son tan vividos que ciertas
partes de mi cuerpo me hormiguean y se humedecen y me da pánico solo pensar que
mi cara llegue a delatar que mi cuerpo está aquí pero mi espíritu vuela libre
hacia ti.
Estoy ahí a la puerta de la habitación, pareciera que me han
pegado los pies al piso pues no intento entrar ni salir, sé que estás ahí esperando,
en silencio, paciente y ansioso a la vez.
Doy el paso decisivo, cruzando el umbral, lo primero que veo
es esa sonrisa retorcida, la chispa en los ojos y claro como siempre
perfectamente vestido, saco y corbata incluidos y sé que por unos buenos minutos
eso seguirá así. Como cabía esperar lo primero que escucho es una orden clara y
tajante:
- ¡Quítate toda la ropa
y suelta el cabello!
Puestas las cartas si sobre la mesa no hay mucho que yo
pueda (o quiera) hacer por cambiarlas, así que en silencio y temblando de expectación
remuevo mi ropa, lentamente siempre lento porque a pesar de ser totalmente tuya
y de todo el tiempo que llevo siéndola hay cosas como el hecho de yo quitarme
la ropa frente a ti, que me siguen poniendo muy nerviosa.
Después de unos escasos minutos, te cansas de esperar y
vienes hacia mi tomas mi largo cabello y me haces mirarte a los ojos, mientras
terminas de remover las últimas prendas faltantes y me das dos nalgadas fuertes
por la demora en obedecer; me sueltas y ahí estoy frente a ti, completamente
desnuda y a merced de tus caprichos deliciosamente sádicos, me colocas el
hermoso collar que me diste y entiendo que de aquí en más solo tengo un derecho
y este es: obedecer.
De pie, mirada abajo esperando, esta vez tengo suerte la
espera es escasa, me tomas las manos y pasas una muñequera en cada una, y de ahí
a la pared, manos en alto la cadena enganchada a la altura perfecta para poder
aguantar pero estar incomoda a la vez. Usando una vez más mí cabello como riendas
hechas mi cabeza atrás, sonríes torcidamente mientras tus manos recorren mis
pechos, aprietas y retuerces mis pezones y te deleitas con los quejidos suaves
que doy.
- Hoy tengo ganas de dejarte en claro tu lugar zorrita, de disfrutar
tus gemidos y sollozos, de sorber tu dolor transformado, de alimentarme de cada
línea que adornara bellamente tu piel.
Tu voz aun suena en mi cabeza cuando siento que te alejas
unos pasos, tomas la fusta y la haces cortar el aire, mi piel está ansiosa de
sentirla y no la haces esperar más, distribuyes triángulos de fino y ardiente
dolor por muslos, nalgas, caderas, espalda y pechos por igual, alternas siempre
caricias con azotes lo cual hace muy difícil mantener una sola posición, y
claro mis pezones sufren el castigo siendo retorcidos por “no estarme quieta”,
pido perdón aunque sé que este no llegara rápido, las pinzas suenan ya en tu
mano, cierro los ojos mientras las colocas apretadas e incluso tienes la
ocurrencia de pasar la cadena que las una por la argolla del collar, así si
muevo de más la cabeza inmediatamente sentiré el doloroso tirón.
La fusta es sustituida por el flogger, aun hoy huele
delicioso, me encanta aspirar ese olor a piel que emana de él y lo sabes pues
lo pasas delicadamente por mi rostro, cerca de nariz, aun hoy no sé cómo un
olor así puede ser tan delicioso para mí, lo paseas por todo mi cuerpo, suave,
delicado, sin prisas acariciando centímetro a centímetro, me encuentro desfrutando
esas dulces lenguas recorrerme entera cuando de pronto se van y regresan rápida
y dolorosamente, el sonido que hacen al chocar fuertemente con mi piel parece
ser música para tus oídos puesto que no paras hasta dejar finas líneas por toda
mi espalda, hábilmente sueltas mis manos y me giras, tan rápido que apenas soy consciente
que volví a quedar inmóvil y ahora de frente a ti vulnerable y feliz de
estarlo, retiras las pinzas y el dolor que esto causa me recorre de punta a
punta sin embargo no tengo mucho tiempo de concentrarme en el pues empiezas a
castigar mis pechos también, estoy completamente llena de líneas rojas, admiras
tu obra y sonríes, esa misma sonrisa de satisfacción que amo con locura. Sueltas
mis brazos, me llevas contigo a tomar asiento mientras me abrazas:
-Mi hermosa cosita, me encanta como te ves así.
-Gracias Mi Señor es lo único que deseo decir
En tus brazos, cierro los ojos, tengo muchas ganas de
agradecer mi castigo, pero disfruto también el estar en esos brazos protectores
donde sé que nada malo puede pasarme, donde estoy en paz y tranquila, donde no
tengo que disimular como soy, donde soy total y completamente feliz.